Los derechos humanos de las personas intersexuales: haciendo frente a las prácticas dañinas y a la retórica de cambio. Por Morgan Carpenter

Los derechos humanos de las personas intersexuales: haciendo frente a las prácticas dañinas y a la retórica de cambio

Por Morgan Carpenter

Traducción: Laura Inter del artículo “The human rights of intersex people: addressing harmful practices and rhetoric of change” de Morgan Carpenter, escrito para Reproductive Health Matters

Fuente: https://oii.org.au/30585/intersex-human-rights-harmful-practices-rhetoric/

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Fundador de Intersex Day Project; Co-presidente de la Organisation Intersex International Australia Limited. Correo electrónico: morgan@morgancarpenter.com

Resumen: Las personas y cuerpos intersexuales, han sido considerados incapaces de integrarse a la sociedad. Las intervenciones médicas en cuerpos, a menudo saludables, permanece como la norma, y están destinadas a cubrir demandas percibidas tanto familiares como culturales; a pesar de las preocupaciones que existen en relación a la necesidad, los resultados, los procedimiento y el consentimiento de estas intervenciones. El movimiento intersexual global y descentralizado, persigue metas simples: el derecho a la autonomía corporal y a la autodeterminación, y el poner fin a la estigmatización. El sistema internacional de derechos humanos, está respondiendo con una serie de nuevas declaraciones políticas por parte de las instituciones de derechos humanos, y un puñado de gobiernos nacionales están reconociendo los derechos de las personas intersexuales. Sin embargo, existen importantes retos para implementar esas declaraciones. Las violaciones de los derechos humanos de las personas intersexuales persisten, profundamente arraigadas en una historia deliberada de silenciamiento. La retórica de los cambios que ha habido en las prácticas clínicas, permanece sin fundamento. La disyuntiva política que surge al catalogar las cuestiones intersexuales como algo relacionado a la orientación sexual o identidad de género, en lugar de características sexuales innatas; ha llevado a una retórica de inclusión, que no corresponde con la realidad. Este documento proporciona una visión general de las prácticas dañinas sobre los cuerpos intersexuales, de los avances en materia de derechos humanos, y de las retóricas de cambio e inclusión.

Palabras Clave: intersexualidad, derechos humanos, prácticas dañinas, injusticia hermenéutica, trastornos del desarrollo sexual

Introducción

Las personas intersexuales nacen con características físicas que no cumplen con las normas médicas y sociales para los cuerpos femeninos y masculinos. Las personas con variaciones intersexuales son heterogéneas, con diferentes tipos de cuerpos, sexos e identidades de género. Los rasgos intersexuales comprenden a “por lo menos 40 variaciones diferentes, de las cuales la mayoría están determinadas genéticamente”. Debido a que, generalmente, esto es revelado por un doctor a un padre o individuo, se carece de un “diagnóstico exacto en el 10 a 80% de los casos”, incluyendo los propios documentos médicos del autor de este artículo, los cuales incluyen términos como: hipogonadismo, ginecomastia y sexo indeterminado.

Entre el 0.5 y el 1.7% de las personas puede tener rasgos intersexuales. Los números son vagos, y esto es no solo debido a los problemas con los diagnósticos y al creciente impacto de la selección genética, sino también debido al estigma. Las consecuencias de haber nacido con características intersexuales, son profundas. Históricamente llamadas hermafroditas, dioses y monstruos, las personas intersexuales, han sufrido infanticidio y han sido mostradas como monstruos en espectáculos. Dan Ghattas señala que, en todas partes del mundo, las personas con cuerpos intersexuales han sido consideradas incapaces de integrarse a la sociedad.

En un patrón histórico que se repite, los términos han cambiado a través del último siglo, debido a que los médicos que toman las decisiones, han ido cambiando el lenguaje preexistente, hasta hacerlo uno impreciso o peyorativo: que las personas con estas características no son hermafroditas, ni pseudohermafroditas, ni intersexuales, sino niñxs con trastornos/desórdenes, cuyos cuerpos necesitan ser perfeccionados o necesitan que se les elimine la ambigüedad.

Las violaciones de derechos humanos tienen varias formas. En lugares que no cuentan con un sistema médico accesible, cuando un rasgo intersexual es evidente, se puede dar el abandono, infanticidio, mutilación y estigmatización tanto de lxs niñxs como de sus madres. Recientes casos, incluyen la mutilación y asesinato de un adolescente en Kenia, y el abandono de un niñx en Shandong, China. En lugares con sistemas médicos accesibles, las violaciones de derechos humanos, toman lugar en los centros médicos, que intentan hacer que los cuerpos intersexuales se ajusten a las estrechas normas sociales para lo femenino o masculino. La falta de una necesidad médica, de autonomía y de un consentimiento válido, quiere decir que tales intervenciones “normalizadoras”, violan los “derechos a la salud y a la integridad física, a estar libre de la tortura y malos tratos, y a la igualdad y a la no discriminación”.

Medicalización

Los cuerpos intersexuales, fueron medicalizados desde finales del siglo 19, junto con la medicalización de los cuerpos de las mujeres y de la homosexualidad. Desde la década de 1950, una nueva creencia en la maleabilidad de la identidad de género de lxs niñxs, trajo consigo un “modelo óptimo de género”, para que: lxs niñxs intersexuales que se llegaran a identificar, o los que están cerca de nacer, pudieran ser “normalizados”, mediante la alineación de sus cuerpos, sus roles de género y su sexo de crianza. Las limitaciones quirúrgicas, hacían que la mayoría de lxs niñxs intersexuales, fueran asignados como de sexo femenino. Los casos “exitosos” eran los de las personas que llegaban a ser heterosexuales, y que se identificaban con su sexo asignado.

La asignación sexual de lxs niñxs diagnosticados al nacer, ahora está basada en la inspección visual, y en exámenes genéticos y hormonales. Aunque existen algunas reglas comunes, basadas en los cromosomas, y en la sensibilidad y exposición a los andrógenos; en algunas regiones, las actitudes sociales que favorecen a los varones, pueden influenciar las asignaciones de sexo.

Las intervenciones “normalizadoras” del sexo, para reforzar el sexo asignado, incluyen la feminización y masculinización quirúrgica, la intervención hormonal, y gonadectomias, a menudo esto se realiza durante la infancia, la niñez y la adolescencia, antes de que la persona pueda dar su consentimiento, y sin evidencia sólida de la necesidad médica de realizar estas intervenciones, ni de los resultados que tendrá la cirugía. No obstante, la asignación de sexo inicial, no necesita ser reforzada, ni ser permanente, ni ser irreversible.

En algunos casos, otras intervenciones puede que sean necesarias para la salud física, en particular para las cuestiones endócrinas que conlleva la Hiperplasia Suprarrenal Congénita. Puede ser que existan casos en los que, las intervenciones quirúrgicas, sean necesarias para hacer frente a riesgos elevados de cáncer gonadal o problemas urinarios. Estas intervenciones quirúrgicas no deberían estar en controversia, pero existe carencia de información para apoyar estos procedimientos. Por otra parte, las decisiones clínicas sobre estas intervenciones, entrelazan razones terapéuticas con razones “normalizadoras” no terapéuticas.

Las intervenciones feminizantes, incluyen: cirugías en el clítoris (tales como “clitoridectomías”), construcción de una vagina, y cirugías genitales similares, realizadas por ejemplo, en bebés y niñxs con un clítoris agrandado o genitales ambiguos. Las intervenciones masculinizantes, incluyen: cirugías para la “hipospadias”, que es diagnosticada en los niños cuando la apertura de su uretra se encuentra entre el glande del falo y el perineo.

La reducción del clítoris está considerada como mutilación genital femenina, una práctica aberrante y dañina, y una forma de violencia de género que está prohibida en muchos países, aun así, pueden existir excepciones aplicadas a niñas intersexuales. Lxs adultxs también son vulnerables: una revista médica informó en 2013, que se descubrió que cuatro mujeres atletas, provenientes de países de bajos y medianos recursos económicos, tenían rasgos intersexuales, esto durante una prueba rutinaria de testosterona. Así que fueron sometidas a “clitoridectomías parciales” y esterilización, esto bajo la amenaza de poder permitirles regresar a la competición.

La construcción vaginal, necesita frecuentes dilataciones postquirúrgicas, mediante la inserción de un instrumento; en algunas ocasiones, esto puede ser experimentado como una violación. Los exámenes de seguimiento, pueden incluir pruebas de sensibilidad en menores de edad, usando un bastoncillo se algodón o un vibrador [intentando estimular la zona].

Las cirugías para la hipospadias, normalmente se llevan a cabo en la infancia, a pesar de que existe evidencia de que los resultados no pueden determinarse hasta la edad adulta. La construcción y mantenimiento de un tubo urinario, puede implicar múltiples cirugías, las cuales tienen un impacto significativo en la sensibilidad, altas probabilidades de que surjan complicaciones y, en particular, resultados pobres a largo plazo, e incluso puede realizarse un reemplazo de la piel del pene colocando piel de otro lugar del cuerpo. No existe evidencia suficiente sobre la necesidad de la intervención temprana.

El riesgo de cáncer gonadal se ha exagerado, y la evidencia que existe es muy pobre, y [la gonadectomía] tiene como resultado la esterilización. Durante una investigación del Senado Australiano en 2013, sobre la esterilización involuntaria o coercitiva de personas intersexuales, fue revelado, que las esterilizaciones de rutina de mujeres con Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos Completo, no deberían de realizarse debido a que estos riesgos han sido exagerados [por los doctores]. No ha existido ningún intento de indemnización a los individuos que, en consecuencia, necesitan un tratamiento de reemplazo hormonal de por vida.

Son escasos los datos fidedignos que hablan acerca de la frecuencia de las intervenciones quirúrgicas, pero, a pesar de los informes en los medios de comunicación que declaran lo contrario, las intervenciones permanecen como algo rutinario, y siguen siendo fundamentales para el manejo de los rasgos intersexuales. Por ejemplo, aunque la mutilación genital femenina está prohibida en el Reino Unido, la Universidad de Creighton, notó un incremento en el número de cirugías en el clítoris en niñas menores de 14 años, en el Reino Unido: “no está claro si esto es un efecto secundario del incremento en la detección o en la incidencia” de los rasgos intersexuales. De acuerdo a un manual neonatal de 2015, realizado por el gobierno de Victoria, en Australia, el nacimiento de un bebé intersexual sigue siendo “angustiante” para todos en la sala de parto; “la cirugía correctiva, generalmente se lleva a cabo dentro del primer año de vida”, esto a pesar de la orientación ética recibida antes, por medio del mismo gobierno.

Fundamentos y resultados de la intervención médica

Los protocolos médicos actuales para el manejo pediátrico de los rasgos intersexuales, fueron establecidos en la declaración del “Consenso” de Chicago, en 2006. Este catalogaba a la intersexualidad, como “trastornos del desarrollo sexual”, recomendando las intervenciones para “minimizar las preocupaciones y angustia familiar”, facilitando el vínculo parental, y “mitigando los riesgos de estigmatización”. La declaración recomendaba precaución en el tratamiento quirúrgico, pero, no obstante, facilita tales intervenciones. Una declaración de seguimiento de 2016, hace lo mismo. Lo autoritario del “consenso” en la declaración de Chicago, no radica en la aportación integral clínica, o en una aportación significativa a la comunidad, sino en su utilidad para justificar cualquiera y todas las formas de intervención clínica. Las prácticas clínicas no fueron modificadas por esta declaración; han sido validadas.

Las directrices éticas locales, como las de Victoria, Australia, prolongan ese esquema, sugiriendo que las intervenciones médicas están dirigidas a hacer frente a riesgos culturales, incluyendo: “la reducción de las oportunidades para el matrimonio”. Una propuesta clínica enviada a la investigación del Senado Australiano, recomienda las cirugías justificadas como terapéuticas por “razones funcionales, tales como permitir que un hombre orine de pie, y por razones psicológicas, tales como el permitir que lx niñx se desarrolle sin el estigma psicológico, o angustia, asociados con poseer genitales incongruentes con el sexo de crianza”. Estos razonamientos, expresan normas culturales, de la misma manera que los razonamientos para la mutilación genital femenina.

Una propuesta clínica, enviada a la investigación del Comité del Senado Australiano, da sus justificaciones para la esterilización, incluyendo: “sexo de crianza, capacidad estimada de la gónada para producir hormonas, de acuerdo a, o en oposición al sexo de crianza y/o a la identidad de género (en desarrollo), probabilidad de disforia de género”. El comité se mostró perturbado por esta maraña de diferentes justificaciones.

En 2013, la investigación del Senado Australiano, encontró que las justificaciones para las intervenciones quirúrgicas, son un “razonamiento que solo va en círculos, y evita los problemas centrales”. Un informe Suizo nacional de bioética de 2012, concluyó que las intervenciones que hacen frente al estigma, y a la integración familiar y social, “están en contra del bienestar del niñx”.

Solo existen unos pocos datos cuantitativos sobre los resultados de las intervenciones, debido en parte al poco seguimiento que se le da a las personas que fueron sometidas a estas, a la falta de datos comparativos con los individuos que lograron evitar la intervención temprana, y a la poca frecuencia de muchos rasgos intersexuales. Esto significa que existe muy poca evidencia que sostenga tanto la intervención médica, como la no intervención. Una década después de la declaración del Consenso de Chicago, aun no existen vías clínicas alternativas que eviten la intervención quirúrgica temprana.

La retórica que habla de mejores técnicas quirúrgicas y mejores resultados, ha sido evidente por más de dos décadas, por lo menos desde 1995, y no existe evidencia de que esto sea así. Lloyd – y otros -, en 2005, observó que la evidencia del beneficio de las intervenciones quirúrgicas tempranas “brilla por su ausencia”. Una propuesta enviada en 2013 por el Hospital Real de Niños de Melbourne, a la investigación del Senado Australiano, reconoció que “los resultados de las actuales prácticas quirúrgicas, aun no son establecidos”. Sin embargo, existe evidencia del daño que causa la práctica de las cirugías tempranas: una propuesta enviada por el Grupo Australiano de Endocrinología Pediátrica, identificó una “preocupación particular en relación a la función sexual y sensibilidad”, como consecuencia de las cirugías recomendadas. En el Reino Unido, Creighton comenta que “ha surgido una separación entre los médicos que trabajan en pediatría y los que trabajan en servicios para adolescentes/adultos”, debido a la falta de evidencia de los beneficios de la cirugía temprana. Las afirmaciones que hacen los médicos, acerca del mejoramiento de las técnicas quirúrgicas, son usadas para justificar las cirugías tempranas, pero las mejorías a través del tiempo deberían significar que las cirugías en niñxs sean pospuestas, de manera que lxs adultxs puedan consentir y beneficiarse de esas mejorías si así lo desean.

De acuerdo a Lloyd, la toma de decisiones médicas sobre la necesidad de las cirugías genitales, puede ser “completamente subjetiva”. La investigación del Senado Australiano en 2013 encontró que “no existe consenso médico acerca de la realización de la cirugía de normacilación” en niñxs intersexuales. Como pudo notar Liao y otros, los padres “pueden no darse cuenta que, de hecho, están optando por cirugía experimental en sus hijos”, y que por lo tanto son incapaces de proporcionar un consentimiento válido; “el arrepentimiento de los padres suele ser alto” cuando se trata de intervenciones dirigidas a hacer frente a problemas parentales y sociales.

Además de los problemas de sensibilidad y función sexual, y la posibilidad de una asignación de sexo incorrecta, las cirugías crean diferencias físicas que impiden la intimidad. Iain Morland, por ejemplo, describe tener una anatomía “evidentemente inusual, a pesar de haber sido brutalmente normalizado”. Un estudio clínico en 439 adultxs intersexuales, niñxs y padres de niñxs intersexuales, llevado a cabo en Alemania entre 2005 y 2007, mostró que el 81% de lxs adultxs y niñxs con rasgos intersexuales, habían sido sometidos a cirugías relacionadas con esos rasgos; dos tercios de lxs adultxs, mencionaron que tenían problemas sexuales debido a esas cirugías. Una reciente encuesta australiana a 272 adultxs nacidxs con características sexuales atípicas, encontró “evidencia sólida” de “vergüenza y tratamientos coercitivos institucionalizados”. De la población estudiada, 60% informaron haber sido sometidos a intervenciones médicas relacionadas a sus rasgos intersexuales, y la mayoría experimentó consecuencias negativas, no solo médicas o en la sexualidad, también un mayor índice en abandono de los estudios (18% de los encuestados, comparado con el promedio nacional de 2%), lo que coincidía con las intervenciones médicas en la pubertad.

A menudo se cree que las preocupaciones éticas y de derechos humanos, tienen que ver con la edad en la que se realizan las cirugías, con el grado de diferencia física que exista respecto a las normas de sexo, y con la asignación de sexo. El movimiento intersexual, posee preocupaciones más fundamentales, como son: un consentimiento válido, la autodeterminación y la autonomía corporal.

El movimiento intersexual

Los activistas intersexuales han estado activos desde la década de 1990. La temprana creación de Grupos de Apoyo Australianos para el Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, fue seguida por la Intersex Society of North America (ISNA), un consorcio latinoamericano, grupos nacionales y redes internacionales.

En solo unos pocos años, ISNA fue de manifestarse fuera de una conferencia pediátrica en 1996, a dar una presentación en esa misma conferencia. La autoridad médica se reafirmó posteriormente en la declaración de Chicago de 2006: un grupo de personas invitadas dirigidas por médicos de EUA, con participación periférica de ISNA, cambió el lenguaje clínico de “intersexualidad” a “desórdenes/trastornos del desarrollo sexual” (DSD por sus siglas en inglés). ISNA esperaba que esto abriera puertas para una colaboración más cercana con los médicos, y que mejorara las prácticas médicas, pero en su lugar esto llevó a una mayor biomedicalización.

Este cambio a DSD, nunca recibió aceptación general entre los individuos intersexuales, activistas y organizaciones; el término es considerado como patologizante y pobremente traducible. Una década más tarde, una encuesta dirigida a australianos que nacieron con características sexuales atípicas, mostró poca aceptación del término. Solo el 3% de los encuestados eligieron usar DSD, mientras el 60% uso términos que incluían la palabra intersexual. Como dato interesante, el 21% usó DSD cuando tenía que tener acceso a los servicios de salud, indicando una necesidad percibida de usar un lenguaje relacionado a los trastornos para obtener una atención apropiada.

El movimiento intersexual de mediados de la década del año 2000 al 2010, se dividió tajantemente entre los que se acomodaron al liderazgo de los médicos, y los que favorecían los enfoques en derechos humanos. ISNA se doblegó en 2008. Las voces que se acomodaron al liderazgo médico, han sido absorbidas y decepcionadas.

El movimiento intersexual de derechos humanos se vincula con instituciones internacionales y nacionales de derechos humanos y de ética, se involucra en discusiones con actores políticos, y realiza manifestaciones, y promueve acciones legales. Sus metas fundamentales de derechos humanos son simples: los derechos a la autonomía corporal y a la autodeterminación, y poner fin a la estigmatización.

Desarrollo en materia de Derechos Humanos

Las prácticas clínicas han sido sometidas al escrutinio en algunos países. Una investigación bioética suiza recomendaba cambios substanciales en la práctica clínica, para posponer los tratamientos no urgentes y reconocer las normas de derechos humanos, como lo hizo la investigación del Senado Australiano de 2013. Ninguno ha sido implementado. En 2008, Christiane Völling ganó un juicio legal después de haber recibido un tratamiento médico involuntario a la edad de 18 años en Alemania. Michela Raab ganó un caso similar en Alemania en 2015. En los EUA, el caso de un niño, MC, ha sido emprendido desde 2013, sin haber concluido hasta la fecha. Bauer y Truffer, señalan que no ha habido acciones legales exitosas emprendidas por personas intersexuales que fueron sometidas a intervenciones durante la infancia, debido en parte a los estatutos de restricción, y a reivindicaciones del consenso clínico.

La legislación nacional, ha comenzado a tomar acciones en relación a la discriminación y la autonomía corporal. Sudáfrica por primera vez ha añadido la intersexualidad al atributo del “sexo” en la legislación antidiscriminación en 2005, a través del trabajo de la activista intersexual y antiapartheid, Sally Gross. Los australianos obtuvieron un atributo independiente de “estado intersexual” en la legislación antidiscriminatoria en 2013. En 2015, Malta se convirtió en el primer país en legalmente reconocer el derecho de todos los individuos a la “integridad corporal y a la autonomía física”, agregando un atributo más amplio de “características sexuales” para la legislación antidiscriminación, y prohibiendo las intervenciones innecesarias en las características sexuales de los menores de edad, por motivos sociales o culturales.

Una serie de Foros Intersexuales Internacionales, tuvieron lugar entre 2011 y 2013. De esto surgió una declaración pionera en Malta en 2013. A esto siguió la primera presentación ante la Organización Mundial de la Salud en 2014, hecha por activistas de seis continentes que describen las preocupaciones que existen en relación a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE).

Los avances en los foros internacionales de derechos humanos, han tenido lugar como resultado del activismo decidido. En 2013, el Relator Especial de la ONU sobre la tortura, por primera vez reconoció la existencia y consecuencias dañinas, de los tratamientos médicos irreversibles e involuntarios, tendientes a “reparar” a lxs niñxs intersexuales. En 2015, el Comisionado de Derechos Humanos del Consejo Europeo, por primera vez reconoció el derecho de las personas intersexuales a no ser sometidas a tratamientos de asignación sexual. El mismo año, el Consejo Europeo, la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hizo un llamado para reevaluar las clasificaciones médicas que patologizan los rasgos intersexuales.

Los Organismos creadores de tratados de la ONU, ahora están respondiendo a estos avances. El Comité contra la Tortura ha realizado comentarios sobre las cirugías tempranas innecesarias e irreversibles para determinar el sexo, sobre el consentimiento y sobre los efectos a largo plazo, en Suiza, China, y en Hong Kong. El Comité sobre los Derechos del Niño, ha realizado comentarios sobre la no discriminación, derecho a la identidad y las prácticas dañinas en Chile, y sobre las prácticas dañinas en Francia, y en Irlanda. El Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ha realizado comentarios sobre proteger la integridad de la persona en Alemania. Como resultado de los comentarios sobre Chile, a finales de 2015, el Ministerio de Salud Chileno emitió instrucciones para suspender las intervenciones médicas tempranas.

Zeid Ra’ad Al Hussein,  el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, entabló una reunión de expertos intersexuales en Septiembre de 2015, declarando:

“Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos… independientemente de nuestras características sexuales.”

Disyuntivas políticas

A pesar de los avances en derechos humanos, todavía quedan muchos desafíos, en particular en la aplicación de las reformas para garantizar que las prácticas médicas cumplan con las normas de derechos humanos. Las disyuntivas entre la política social y médica son evidentes y, en ambos, entre la retórica y la realidad. Esta disyuntiva distingue entre el tratamiento médico de los “individuos con DSD”, y los avances en la política social para la comunidad intersexual o la comunidad LGBTI. Fundamentalmente, abordar los DSD y a la población intersexual, como algo separado es un gran error, e incluso puede permitir que la política médica menosprecie el movimiento intersexual de derechos humanos.

Por ejemplo, en 2014 un territorio australiano introdujo tres clasificaciones adicionales de sexo de nacimiento, en parte, consideradas adecuadas para niñxs intersexuales. La comunicación entre el autor y el jefe/ministro de salud, sobre esa política y sobre el tratamiento médico de lxs niñxs, suscitó respuestas divergentes y no relacionadas, elaboradas por diferentes equipos políticos con diferentes metas políticas. El gobierno no fue capaz de crear una política bien establecida, porque no posee un entendimiento coherente de la población a la que se dirige. Una bifurcación similar, entre DSD e intersexual, es evidente en las escuelas de medicina de EUA. La distinción entre retórica y realidad son evidentes en Victoria, Australia, donde en 2013, las directrices éticas sobre el cuidado de niñxs con rasgos intersexuales, son ignoradas y se contradicen en el actual manual neonatal sobre genitales ambiguos e hipospadias. Las revisiones de esas directrices éticas están a la mano, y probablemente eliminen el “aumento de las posibilidades de matrimonio” como una razón para la intervención médica, pero las directrices éticas son irrelevantes para la actual práctica médica.

Las disyuntivas políticas se extienden a los recursos públicos. La investigación genética en Australia sobre los rasgos intersexuales, en parte está justificada por el “trauma psicológico”, y aun así, ningún servicio de salud ofrece apoyo psicológico para adultos. Mientras que el apoyo de parte de otras personas intersexuales o de parte de grupos de activismo, que sí apoyan a las poblaciones intersexuales, carecen del financiamiento suficiente.

Las disyuntivas también son evidentes en los reportajes de los medios de comunicación. Los reporteros continúan contrastando las perspectivas de las personas intersexuales con las perspectivas médicas, en particular con las perspectivas de los endocrinólogos pediatras o de genetistas. Los reportajes de los medios de comunicación, con frecuencia y sin recibir críticas, presentan una narrativa sin fundamentos acerca de que ahora se realizan menos intervenciones quirúrgicas, y acerca de que las prácticas médicas han mejorado. Los reportajes que enmarcan la intersexualidad dentro de contextos LGBTI, frecuente e incorrectamente, asumen que todas las personas intersexuales son gay, o transgénero.

Desde una perspectiva intersexual, el movimiento LGBT parece estar preocupado por el reconocimiento de la identidad de género y por el reconocimiento legal de las relaciones homosexuales, sin importarles el reconocimiento de la autonomía corporal, ni los desafíos más profundos planteados por las normas de sexo y género. Las discusiones dentro de los espacios LGBT, pueden sugerir que los grupos intersexuales no quieren ser incluidos; algunas organizaciones dirigidas por personas intersexuales si buscan la inclusión, mientras otras simplemente temen ser agobiadas e instrumentalizadas. Muchas organizaciones “LGBTI”, tratan la inclusión intersexual como una meta irrelevante, en lugar de una estrategia deliberada, lo que tiene como resultado una realidad que falla en coincidir con la retórica de la inclusión. Independientemente, la inclusión de nuestros problemas está progresando, incluyéndolos en la salud, en la política exterior, y en los derechos humanos. Si el movimiento “LGBTI” funciona, tiene que funcionar para todas las poblaciones que lo constituyen. Dan Ghattas sugiere que las organizaciones LGBT que busquen ser inclusivas, deberían adoptar la declaración del Tercer Foro Internacional Intersexual, como un primer paso clave.

En Australia, el cambio de LGBT a LGBTI ocurrió antes, pero con deliberada poca atención a sus implicaciones. Las pocas instituciones que han respondido al “estado intersexual” en la legislación, generalmente se han centrado en los mismos temas de reconocimiento, pronombres y baños, que abordan como respuesta a la discriminación con motivo de la identidad de género. Esto es problemático. Esta aproximación, no solo obscurece las cuestiones de la medicalización y la autonomía corporal, trata a la intersexualidad como si fuera una cuestión de identidad de género.

En la práctica, la intersexualidad como identidad es polimórfica, pero reivindica la dignidad de la corporalidad estigmatizada. Las identidades de género de las personas intersexuales, pueden coincidir con el sexo asignado al nacer, o pueden no coincidir. Al igual que las personas transgénero, las personas intersexuales pueden sufrir de que se les identifique con un género al que no sienten pertenecer, una falla en el reconocimiento de la validez de las identidades de género de los individuos. Solo que únicamente las personas intersexuales también enfrentan la falta de reconocimiento de la validez del sexo asignado al nacer.

Los malos entendidos a menudo enmarcan la intersexualidad como un tercer sexo. Por ejemplo, en 2015, una agencia del estado australiano, no vio ninguna contradicción en las propuestas que pedían una tercera clasificación de sexo y simultáneamente promovían los derechos humanos de las personas intersexuales, a través de un cartel que decía: “el sexo es un espectro”. Un grupo LGBT chileno, propuso un tercer sexo para los bebés intersexuales en 2016, y existen propuestas similares en otros lugares.

Las identidades frecuentemente se vinculan a las características corporales, pero aunque algunas personas intersexuales usan el término intersexual o no binario como etiquetas de género, la mayoría de lxs adultxs se identifican como mujeres u hombres. Las suposiciones de que las características sexuales dictan la identidad de género, no solo niega la existencia de las personas trans, niegan que las personas intersexuales puedan de manera autónoma determinar su sexo y género. La clasificación como tercer género, añade dificultades para los bebés y niñxs: los padres pueden sentirse más presionados para evitar el estigma, la revelación y la incomprensión social, a través de la realización de intervenciones físicas, asegurando una asignación de sexo inequívoca y familiar. Como comenta Mauro Cabral, es necesario desafiar y expandir las estrechas definiciones, pero también desafiar la reducción de las cuestiones intersexuales a una cuestión de identidad de género.

La declaración del Tercer Foro Internacional Intersexual, pide que al nacer se asigne un sexo masculino o femenino, reconociendo la integridad física, con apertura para cambios futuros en el sexo asignado, y que las opciones de género no binario y otras, solo estén disponibles para personas capaces de dar su consentimiento. La declaración también pide la eliminación del sexo y género, al igual que la raza y la religión, de los documentos oficiales, esto como una meta política más universal y a largo plazo.

Injusticia Hermenéutica

El fundamento de estas disyuntivas políticas es un tema más amplio, descrito por la filósofa Miranda Fricker como “injusticia hermenéutica”; una forma de injusticia en el conocimiento que previene que una persona pueda encontrar sentido a su propia experiencia de vida, debido a una laguna en la comprensión social. Esto surge debido a la “relativa impotencia” del grupo social del sujeto. Para las personas intersexuales, esta injusticia hermenéutica surge en dos maneras distintas: a través del secreto clínico y la terminología, y a través del discurso social sobre la identidad.

El secreto clínico fue más profundo en la década de 1950: una cultura deliberada de secretismo, negando los diagnósticos para “permitir al niñx tener un desarrollo físico y psicosexual ‘normal’”. Ese silencio dejó a las personas con rasgos intersexuales, sin palabras para describir las suturas, cicatrices y falta de sensibilidad, y sin palabras para entender las semejanzas compartidas a través de la diversidad en las vidas e historias. Esta cultura cambió con la introducción del término DSD, pero el lenguaje médico aún impide a los padres entender a su hijx de manera positiva, de una manera no patológica, y la individualización de cada condición, separa a las personas de las comunidades intersexuales. Morgan Holmes declara que el cambio a DSD, “reinstitucionalizó el poder médico para delinear y silenciar a quienes fueron marcados por el diagnóstico; …este silenciamiento es precisamente el punto de la nueva terminología”.

El lenguaje centrado en la identidad, interpreta erróneamente las cuestiones relacionadas a los derechos humanos de las personas intersexuales, interpretándolas como situaciones relacionadas a la orientación sexual o identidad de género. Esto da prioridad a cuestiones de performatividad e identidad, más que a cuestiones de más profundas, más intratables, como la autonomía corporal. Esto actúa como barrera para el entendimiento familiar y la auto-comprensión, y para la conectividad social que puede ayudar a los individuos a superar el estigma.

Conclusiones

Las instituciones internacionales de derechos humanos, han comenzado a abordar las cuestiones de derechos humanos intersexuales, actuando sobre los testimonios desde un movimiento global y descentralizado. Aunque este progreso es bienvenido, la implementación efectiva de las políticas, y el cambio en las prácticas médicas, permanecen como una prioridad. Esto significa, por una parte, desafiar la retórica infundada de que las prácticas médicas están cambiando, y por otra, la irrelevante retórica de la inclusión.

El cambio estructural es necesario para poner fin a la patologización y estigmatización de los saludables cuerpos intersexuales. La actual retórica que habla de que las prácticas médicas han mejorado, demuestra un enfoque en la apariencia u óptica de esas prácticas; las declaraciones sin fundamentos acerca del cambio, deben ser evidenciadas. Las prácticas dañinas en los entornos médicos deben ser eliminadas; el derecho de las personas intersexuales a no ser sometidas a intervenciones médicas por razones sociales o culturales, debe ser reconocido, asegurando el derecho a tomar decisiones autónomas e informadas acerca de tratamientos irreversibles. El desarrollo de caminos clínicos que estén basados en derechos, debe ser una prioridad. Donde los individuos son capaces de proporcionar su consentimiento para tratamientos necesarios y problemas de salud física, necesita ser sometido al escrutinio, a una cuidadosa justificación, y debe distinguirse de las prácticas culturales “normalizadoras”. Los diagnósticos en la Clasificación Internacional de Enfermedades, deben cambiar para asegurar que los tratamientos cumplan con las normas de derechos humanos.

Las retóricas que hablan de inclusión y de un enfoque en la performatividad, necesitan ser desafiadas por los organismos de derechos humanos y por las financiadoras. Es necesario apoyar y ampliar los modelos de recursos que promuevan las iniciativas dirigidas por personas intersexuales. Sobre todo, la autonomía corporal, la estigmatización y la medicalización, son cuestiones de derechos humanos. El activismo y los grupos de apoyo, dirigidos por personas intersexuales, deben estar en el corazón de los esfuerzos para gestionarlos y resolverlos.

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